El camino inca es una de esas experiencias que habría que hacer al menos una vez en la vida. Un increíble recorrido empedrado de 44km por el corazón de los Andes con final en el santuario de Machu Picchu. Es tal la perfección en la construcción del sendero que a pesar de haber pasado tantos años y haber caminado tanta gente por estas piedras no se mueven ni un sólo milímetro, ¡y todo esto sin usar ni una paletada de cemento! El gobierno de Perú está haciendo hincapié en la conservación de esta ruta y ahora mismo existe una limitación de 500 personas diarías. La demanda es tan alta que hay que reservarlo incluso con más de medio año de antelación.
En el briefing sobre el camino que nos dieron el día anterior en nuestro hostel nos dijeron que el primer día sería «de aclimatación». No sé qué se entenderá por aclimatación en el mundo andino pero entre el sueño por el madrugón y que era un terreno rompepiernas yo estaba deseando llegar a ese primer campamento. Había rampas que te ponían los músculos de los gemelos al rojo vivo, así que la alegría al ver las carpas amarillas de nuestro campamento por primera vez fue enorme. El enclave donde acampamos era increíble, y al caer la noche comenzaba el espectáculo. En un lugar sin apenas contaminación lumínica el lienzo estrellado del cielo hacía su aparicion y era imposible quitar los ojos del firmamento, una sensación de paz y de conexión con la naturaleza difícil de explicar.
El segundo día lo conocen como «el reto» y éste sí que tiene bien ganado su nombre. Era aún noche cerrada cuando los porteadores nos tocaron en la tienda de campaña para despertarnos. Nos dejaron nuestros pequeños barreños con agua tibia para nuestra higiene diaria, estos días nos hemos hecho la limpieza del gato. El recorrido de esta etapa era prácticamente todo en escaleras de subida llegando al paso más alto del camino a unos 4200 metros, a esas alturas tu mente se cree Kilian Jornet pero enseguida la montaña se encarga de ponerte en tu sitio. No sé que extraña poción andina nos echaron ese día en el desayuno pero llegamos al campamento casi al mismo tiempo que los últimos porteadores. Allí nos esperaba el chef (con su gorrito y todo) para darnos la bienvenida con un almuerzo exquisito.Si un día la comida estaba buena al día siguiente todavía estaba mejor, terminando el último dia con un festín como si fuera una boda.
Ese mismo día nos enteramos de que nuestro cocinero había sido discípulo del famoso chef peruano Gastón Acurio, y ahí ya nos cuadro todo. No era normal que en mitad de la nada y con los pocos medios de que disponían nos haya preparado esos manjares tan exquisitos y con esa presentación tan cuidada. Para los que saben lo foodie que soy este sitio mereceria chincheta turquesa, es la mejor comida que he probado en todo el tiempo que he pasado en Perú.
La tercera etapa es la más larga pero también la que más se disfruta de los paisajes. Con un perfil que tendia hacia abajo casi todo el rato pasamos por un monton de ruinas incas con nombres quechua imposibles de memorizar verbalmente pero son de estos lugares que se quedan grabados en la retina y cuesta mucho tiempo olvidar…
Y por fin llegó el gran día, la etapa final. Había tenido que esperar una vida y cuatro días para conocer una de las maravillas del mundo pero ya podía tocar ese sueño con las yemas de los dedos. Se notaba el nerviosismo y las ganas por llegar, eran casi las 4 de la mañana cuando en perfecta fila india nos pusimos a caminar en la oscuridad con nuestras linternas a un ritmo superior a los de los dias anteriores. Se palpaba que el objetivo final estaba cerca y todos estabámos deseando llegar. Menos mal que nos habían dicho que la ultima etapa era «todo bajada», fueron un par de horas de continuas subidas y bajadas hasta llegar al punto emblemático de la Puerta del Sol, que es desde donde se divisa por primera vez a lo lejos la famosa ciudadela inca. Al llegar a este punto la gente que iba llegando gritaba con los brazos en alto, se fundían en abrazos unos con otros y hasta vi a alguien que se le escapaba una lagrimilla. Realmente un momento mágico.
La semana anterior la previsiones meteorológicas para el camino no eran demasiado halagüeñas, y estuvimos buscando por todo Cuzco el mejor poncho de lluvia que nos cubriera de pies a cabeza. Nos conjuramos entonces en pensar en positivo para cambiar esos malos presagios. Pues creo que nos pasamos de energía positiva, porque nos salió un día tan espléndido que nos sabíamos donde escondernos del sol durante las explicaciones del guía en la visita a la ciudadela.
Ya que estabamos allí decidimos ponerle la guinda al pastel subiendo a Wayna Picchu, que es la montaña que se ve al fondo en todas las estampas típicas de Machu Picchu. Las escaleras son tan empinadas que en algunos tramos tienes que gatear agarrándote a los escalones para no vencerte hacia atrás. Como todo esfuerzo tiene su recompensa, las vistas de todo el valle desde ahi arriba no podían ser mejores. Desde la piedra mas alta se podian divisar como hormiguitas los grupos de turistas que en ese momento visitaban la ciudadela, eso si, no apto para personas con vertigo.
Mención especial merecen los porteadores, esos pequeños grandes hombres encargados de transportar toda la logística del campamento. Cargados con macutos de hasta 20kg (el máximo permitido por ley) recorren el camino a una velocidad vertiginosa. En una de las rampas más empinadas intenté seguir el ritmo a uno de ellos durante unos metros y casi se me sale el corazón por la boca, definitivamente están hechos de otra pasta. Con una coordinación y un trabajo en equipo increibles han hecho que todo estuviera preparado en el momento exacto y en el sitio perfecto, haciendo de este camino inca una experiencia inolvidable. Cada vez que uno de nosotros llegaba al campamento nos recibían con un caluroso aplauso, que tras el esfuerzo provocaba en ti una espontánea sonrisa de oreja a oreja. Desde aquí, mi aplauso es para ellos.
Me encanta como consigues engancharnos con cada frase…
Desde luego los paisajes son maravillosos y la experiencia que estás viviendo inolvidable,gracias por compartirla con nosotros y hacernos partícipes de ella con cada párrafo .
Me gustaMe gusta
Franfri como me gusta leerte y viajar «contigo», un besín gordo y disfruta a tope: once in a lifetime 🙂
Me gustaMe gusta
Es un privilegio estar contigo en este viaje y leer tus descripciones y narraciones . Gracias
Un abrazote muy fuerte
Me gustaMe gusta