El Calafate es una población de la patagonia argentina totalmente enfocada al turismo que ha quintuplicado su número de habitantes en apenas unos años desde la construcción de su nuevo aeropuerto. Turistas venidos de todo el mundo se acercan hasta aquí para conocer una de las maravillas naturales de todo el continente americano, el Perito Moreno.
Este glaciar debe su nombre a Francisco Pascasio Moreno, un naturalista que realizó labores muy importantes por la conservación de los parques nacionales en la Argentina, así como la negociación en los conflictos limítrofes con el país vecino Chile. Como curiosidades nos contaron que este señor nunca llegó a conocer el glaciar (aunque en una de sus expediciones paso a sólo unos metros sin saberlo) y su oficio era el de perito de fronteras, de ahí el nombre del glaciar.
Se trata de una lengua de glaciar de más de 30km de longitud y unos 5km de ancha. A mi me impresionó muchísimo verlo tan de cerca; no se por qué pero me lo imaginaba más pequeño, y eso que dicen que la tele engorda. Las paredes verticales que están enfrente del mirador pueden llegan a medir hasta 90 metros de altura, eso sería como un edificio de 30 pisos. El silencio y la quietud de aquel lugar sólo es interrumpida por el enorme crujido de bloques de hielo que vez en cuando se oyen desde la lejania. Es tal la extensión de hielo ante tus ojos que es imposible adivinar de qué punto viene el sonido.
Es uno de los pocos glaciares del mundo que no está menguando sus dimensiones a causa del cambio climático y la longitud de su lengua se ha mantenido estable a lo largo de los años. El motivo aún es una incógnita y sigue en debate por los glaciólogos.
Ya que estábamos por aquí tiramos la casa por la ventana y decidimos apuntarnos a la excursión Big Ice, más de cuatro horas caminando por encima del glaciar sorteando grietas y enormes tempanos de hielo hasta llegar a su zona central desde donde puedes realmente contemplar toda su inmesidad.
Nunca antes habia caminado con crampones y los primeros pasos es una sensacion muy extraña, como si fueras andando con plataformas. Una construccion muy rudimentaria, de varias tiras de hierro soldadas entre si y una cinta que se ata al tobillo. Lo primero que impresiona es la estabilidad que puede llegar a dar un trozo de metal de esas caracteristicas. Una vez alistados (así es como llaman aquí a estar preparados) nos adentramos en el glaciar en fila india siguiendo las instrucciones de nuestros guías.
En las primeras bajadas tienes el reflejo involuntario de abrir las palmas de las manos hacia atras dando casi por hecho que te vas resbalar y caer de culo. No es que no te resbales, es que no te puedes caer ni aunque lo intentes. Toda tu vida habiendo pensado que el hielo resbala y era como tener superpoderes el hecho de ir caminando por el hielo como si nada.
Todo el rato los guias nos insistían en el tema de la seguridad para que no nos saliéramos de sus pasos. Esta enorme masa de hielo esta en constante movimiento, a razón de un par de metros por día, y en cada momento los guias tienen que decidir el camino más seguro para avanzar. El trazado que sigues hoy quiza mañana haya avanzado unos metros o esté derretido y no exista.
El color azul del agua que se ve en sus cavidades creo que es el más intenso que he visto jamas, supongo que de aquí se inspiraron los pitufos para dar color a su piel. El agua aquí es tan transparente que se produce un efecto óptico de manera que mirado justo desde arriba cuesta distinguir donde comienza la superficie de agua.
Tambien nos llamaron la atención unos pequeños agujeritos circulares que se formaban en el hielo. Nos explicaron que el viento arrastra en ocasiones pequeñas partículas de tierra a la superficie del glaciar. Al ser más oscuras que su entorno, los rayos de sol inciden con mayor fuerza en esas zonas derritiendo el hielo que hay a su alrededor creando estas cavidades.
Cada varios años se produce un fenómeno único en el mundo, y es la rotura del puente o hundimiento general como lo llaman aquí. Es tal la cantidad de hielo que se genera continuamente desde el campo de hielo en el nacimiento del glaciar que una parte del extremo final de la lengua ya toca tierra firme, de modo que forma un dique natural entre dos lagunas. La corriente de agua entre ambas va abriéndose paso poco a poco y perforando el hielo hasta que forma un puente. Al acumular tanto peso en la parte superior llega un momento en el que cede y todo se desmorona provocando un estruendo enorme. Este fenómeno se produce cada 3 o 4 años y atrae a numerosos curiosos y televisiones de todo el mundo, que graban sin cesar las 24 horas para captar el momento exacto del colapso. Saber la hora del día (o de la madrugada… ) exacta en el que se hundirá es impredecible, así que es una maravilla al alcance de unos pocos afortunados. Si vas a visitar a esta zona y lo ves, debes acudir directamente a una administración de loterías y comprar un boleto de euromillones porque ese día estas de suerte.
No tanta suerte, pero sí bastante, tuvimos al cruzarnos con el único ser vivo que habita en el glaciar, el andiperla willinki. Un pequeño insecto capaz de sobrevivir en estas condiciones inhóspitas a base de alimentarse de pequeñas bacterias. Eso sí, con la tranquilidad de que no le va a molestar nadie.
Allí en El Calafate también he podido probar por primera vez el cordero patagónico, un manjar preparado al calor de las brasas en una estructura metálica donde trinchan el cordero entero para que se vaya haciendo lentamente.
A la vuelta en el barco nos ofrecieron un whisky on the rocks que pudimos disfrutar en cubierta mientras nos ibamos alejando del perito, ¡a ver si adivinas de dónde sacamos los cubitos de hielo!