A poco más de una hora en bus desde Santiago se encuentra Valparaíso, una bonita ciudad costera situada al oeste de la capital chilena. Conforme te adentras en la ciudad camino a la estación de autobuses sientes que aquel sitio tiene un toque distinto, se nota frescura y alegría en el ambiente que se respira desde el primer minuto. Es como haber viajado en el tiempo y haber aterrizado de repente en las calles de La Habana.
Lo primero que llama la atención es su famoso trolebús, que guiado por unos railes superiores sigue un trazado circular que conecta la estación con el casco antiguo. Siempre me he preguntado cómo sería conducir un trolebús para poder llevarlo en todo momento unido a los railes sin arrancar de cuajo el cable en un mal volantazo.
La primera parada fue en lo alto de una de las colinas, a la que se accede a través de un tren cremallera construído integramente en madera. Desde allí se tiene una amplia panorámica de la ciudad y del puerto. Impresiona ver funcionar a pleno rendimiento las enormes grúas manipulando los containers como si fueran pequeñas cajas de zapatos. El proceso de carga y descarga de uno de estos buques puede tardar incluso un día entero. De hecho, cuando nos fuimos de allí seguía el mismo buque que habíamos visto por la mañana y que todavía no había zarpado.
Una vez que comienzas a perderte por las sinuosas callejuelas de Valpa (así la llaman los autóctonos de manera cariñosa) comienzas a palpar el arte que se respira por doquier en esta ciudad.
Es un lugar plagado de galerías de arte, donde muchos artistas tanto consagrados como noveles exponen sus obras. En una de ellas entramos y me llamó la atencion un enorme gato perfectamente tallado sobre la mesa. Al verlo no pude evitar acordarme de mi gato Tristán, y le dije al dueño si me lo podía llevar… menos mal que me dijo que no formaba parte de la exposición. Estaba tan a gusto que ni acariciándole la barbilla por debajo se inmutó…
Valparaíso es uno de esos lugares donde te gustaría tener visión periférica 360º, cada esquina que queda a tus espaldas mientras caminas es una obra de arte a cual más impresionante.
Caminas con la sensación de que, como decía aquel famoso locutor de Formula 1, si parpadeas te lo vas a perder. Cada rincón se ve reconvertido en un mural de colores tan vívidos que pareciera que sus protagonistas van a salirse de la pared en cualquier momento.
Existen escaleras infinitas que seguramente conduzcan al Valparaíso si te atreves a seguirlas hasta el final..
… y hasta algunas con un piano de cola en sus escalones por si te animas a tocar unas notas.
Aquí se respira arte por los cuatro costados, lo mismo encuentras un grupo de batucada ensayando espontáneamente en mitad de una plaza que te encuentras con un museo de cielo abierto en sus calles.
Es la ciudad perfecta para pasear sin rumbo y dejarte sorprender por cualquier tipo de expresión artística.
No existe miedo a la hora de elegir los colores de la fachada en una casa por muy atrevidos que éstos sean, y no sé si los vecinos en este caso se pusieron o no de acuerdo pero les ha quedado una calle de postal. Los imagino volviendo a casa por las tardes después de trabajar y aparcando sus coches cada uno en su puerta con el color a juego.
Tras pasar un día en esta ciudad finalmente conseguí entender que, al menos aquí en Valparaíso, una imagen sí vale más que millones de palabras.