No puedo estar más lejos. Dicho así suena como una frase hecha, pero es que no puedo estar más lejos. Esta vez se me ha ido un poco de las manos esto de viajar y he terminado literalmente en el culo del mundo.
Uno de los tontisueños que tenía en mente cumplir si algún día estaba tan lejos que no pudiera estar más lejos era el de elaborar un sandwich un tanto especial. Íbamos en búsqueda de las antípodas de Madrid, lugar desde el que comenzó nuestra aventura por allá por octubre. La intención no era otra que poder hacer el sandwich más grande del mundo, tan tan tan grande como el mismísimo planeta Tierra. Teníamos apuntadas las coordenadas del lugar, sólo era cuestión de paciencia y daríamos con él.
Entretanto se nos hizo la hora de la comida, y al entrar a la pequeña localidad de Weber vimos a lo lejos unos bancos en lo que parecía ser un colegio. Las puertas estaban abiertas y allí que nos colamos para comer. Vimos a una mujer en las aulas y me acerqué a ella para ver si nos podía dar la clave de la WiFi, y así revisar exactamente las coordenadas (para que las rebanadas encajaran perfectamente y no se saliera la mezcla, claro).
Con mi inglés con acento chestano le comencé a explicar avergonzado para qué quería la WiFi y sobre todo qué hacíamos tres extraños en aquella aldea tan lejana alejada de cualquier sitio turístico. Le dije que veníamos de España y que estábamos buscando el punto exacto de las antípodas de donde vivíamos porque una persona allí iba a poner una rebanada de pan, otra aquí otra y que eso haría un enorme sandwich que… Mientras yo le daba toda la explicación ya casi poniéndome rojo, me interrumpió y me señaló a esta pared y diciendo «sí, claro… ¿como este de aquí te refieres?»
En ese momento me sentí el loco más comprendido del mundo, casi me dieron ganas de abrazarla y todo. Llamé corriendo a mis amigos para que entraran al aula y compartir con ellos lo que me estaba pasando. Resulta que no sólo no era el primero que se le ocurría hacer algo así, sino que los alumnos de esta escuela ya habían hecho hacía unos meses otro sandwich exactamente igual que el que quería hacer yo.
La receta de este sandwich consta únicamente de tres pasos y es de dificultad media-baja:
1. Ponemos una rebanada de pan de molde en un extremo del mundo:
2. Añadimos otra rebanada de jamón y queso en el otro extremo del mundo:
3. Cerramos el sandwich, emplatamos y servimos.
El resultado es un jugoso y contundente sandwich de 13000kms de longitud, el más grande que me he comido hasta la fecha. Todavía me duele la mandíbula de pegarle el primer bocado.
Ese día tan especial me fui muy contento de aquel pueblo, además era mi cumpleaños y para mi fue el regalo que nunca olvidaré, comerme el sandwich más grande del mundo en el lugar más alejado del mundo.