En el medio del medio de la nada. Ahí es justo donde está ubicada la localidad de Alice Springs, la mayor de toda la parte central de Australia y con apenas 13000 habitantes. Aquí la vida está condicionada por las condiciones meteorológicas extremas debido a las altas temperaturas, y no ves un alma por las calles durante las horas centrales del día. Hace tanto calor que cuando te estás duchando y le das al botón del agua fría tienes que comprobarlo una segunda vez porque crees que te has equivocado… ¡el agua sale tibia!
Aquí las distancias son enormes y tomas consciencia de lo grande que es el país cuando ves tu propia ubicación en el móvil, y empiezas a quitar zoom haciendo el gesto de pinza con los dedos en la pantalla. Al rato empiezas a ver alguna ciudad habitada, al rato una carretera, luego ves el mar, un poco de Asia y ya finalmente se abre ante ti el mapamundi entero. Vale, estoy exagerando un poco pero es muy grande.
Un día paseando me encontré esta postal en una tienda de souvenirs, y me pareció curioso ver la cantidad de países que cabrían a modo de rompecabezas dentro de este gigantesco país.
Este es un lugar recóndito al que llega un tren infinito de más de 2km de longitud cada día para transportar la mercancía necesaria para que la gente pueda subsistir. Adelantamos a este tren justamente cuando íbamos en el autobús camino del Uluru y nos tiramos un buen rato para rebasarlo por completo. Esta falta de suministros se percibe incluso en los supermercados, donde en algunas estanterías se aprecian síntomas de desabastecimiento. He escuchado incluso historias de turistas que en el pasado intentaron llegar aquí en caravana desde la costa y se dejaron la vida en el intento, si te quedas tirado con el coche por el centro de Australia no esperes que nadie venga a rescatarte. Incluso en los contratos de alquiler de coche se prohíbe expresamente conducir de noche, bajo penalización.
Uno de los atractivos que tiene esta ciudad es el santuario de canguros, donde vive el canguro más famoso de Australia. A Roger, que así se llama, se le ha ido de las manos el tema de la vigorexia y se ha puesto cachas. Resulta que este canguro desde pequeño mostraba su afición por doblar todo tipo de hierros que cayeran entre sus patas, y poco a poco ha ido cogiendo esa complexión hasta llegar a ser este cangurotón. A ver quién es el chulo que se atreve a echarle un pulso.
Era aun de noche cuando el chófer del bus pronunció como pudo nuestros nombres en la recepción del albergue. Como se parecían a los nuestros, allá que nos montamos. Hay muchos tours que salen desde Alice Springs cada madrugada y si te confundes de bus podrías acabar en la conchinchina. Durante los primeros kilómetros de noche aproveché para dormir, y sólo desperté con el agradable calorcito de los primeros rayos de sol en mi mejilla a través de la ventanilla. Al abrir los ojos un espectáculo de tonos naranjas y ocres asomaba por el horizonte.
De niños cuando en el cole en ciencias naturales nos enseñan las planicies, los terrenos montañosos… y ahora pienso que deberían incluir un apartado nuevo especial para el Uluru. Una misteriosa mole de roca de 350 metros de altura (que se dice pronto) y 9km de contorno en mitad de una zona llana y desértica a kilómetros y kilómetros a la redonda. Desde una vista cenital parece como si un enorme meteorito hubiera caído del espacio en ese lugar quedando encastrado en el suelo para siempre.
Bajo un sol de justicia a mas de 40º comenzamos la caminata de una hora hasta la garganta de Los Olgas. Nos cuenta el guía que hemos venido a hacer esto a primera hora antes de que hiciera demasiado calor, y es que por lo visto hace unos días se registró una máxima de 50.3º y casi se le derriten unos cuantos turistas. Es tal el bochorno que hacía que era como si una persona imaginaria fuera caminando junto a ti enchufándote todo el rato en la cara con un soplete. Sorprende mientras te adentras entre las paredes de la garganta que, a pesar de lo árido y seco del terreno, un riachuelo se abre paso como haciéndole burla.
Tras una comida ligera y un poquito de descanso a la sombra era el momento de acercarnos al Uluru. Existe una carretera circular hasta la mismísima pared del Uluru y te sientes muy muy pequeñito cuando circulas por esa carretera y contemplas desde la base sus paredes verticales de roca viva.
En una de las caminatas el guía nos llevó a un mirador desde donde se contemplaba una gran poza con agua. A este lado, un grupo de turistas asados de calor escuchando al guía soltar su explicación. Al otro lado, una pandilla de niños aborígenes jugando con un balón de rugby y tirándose al agua por un tobogán natural de roca y haciendo piruetas y saltos mortales al lanzarse al agua. No podía dejar de mirarlos y ver sus caras de libertad y diversión en un paraje tan espectacular. A los pocos minutos el guía terminó su explicación y tuvimos que seguirlo cual rebaño de vuelta al bus. Me sentí un turista enjaulado en una jaula de oro, claramente la felicidad estaba al otro lado de la barandilla…
El colofón para este gran día era ver el atardecer en uno de los dos miradores que tiene el Uluru, ya que está montado de tal manera que puedas ver el atardecer y el amanecer desde los mejores puntos posibles. De esta manera pudimos ver las distintas tonalidades de naranja que iba tomando la roca sagrada conforme atenuaban los rayos de sol. La verdad es que hipnotiza y a la vez cuesta creer cómo se habrá formado esa roca ahí.
No me extraña que en su día los aborígenes que habitaban la zona lo consideraran como un lugar sagrado, debido a su majestuosidad y el halo de misterio que provoca algo así en mitad del puro desierto. Tras una barbacoa para cenar y un brindis con champagne francés pudimos disfrutar de este místico atardecer.
Ya de noche emprendimos camino de vuelta a nuestro albergue, donde mañana un vuelo de vuelta nos llevara de nuevo a la civilización de la costa este, que dicen que por allí vive un pez llamado Nemo.
La verdad es que da un poco de miedito aventurarte en el medio de Australia tu solito, pero la sensación de aventura es increible.
Y por cierto, has pillado la estación más calida para aventurarte al medio de la Australia, debe ser curioso las costumbres alli, me los imagino entre una mezcla de Yankis con cocodrilo Dundee y indios del amazonas
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