Hong Kong desde el cielo

Lo primero que pensé cuando dejé los bártulos en el hotel y comencé a caminar sin rumbo por las calles de Hong Kong fue «¿aquí no estamos un poco apretados»? Es como si en todas las calles hubiesen manifestaciones, pero al mezclarte entre la marabunta y no ver pancartas reivindicativas ni gente que grita, ves que no, que es que allí juegan así. Cada vez que un semáforo de peatones se pone en rojo se va densificando la acera hasta rebosar por las calles colindantes, y cuando la luz se pone verde, empieza la guerra. Cuando volví al hotel me informé un poco sobre la ciudad y, efectivamente, es el núcleo urbano con mayor densidad de población del planeta.

Y es que esta ciudad no está hecha para caminar. Dar un tranquilo paseo por Hong Kong puede convertirse en la más complicada de las gymkanas. Barandillas, medianas, pasarelas sobreelevadas, zanjas… a veces tienes que hacerte un croquis mental del recorrido porque no sabes como ir «de aquí a ahí» (a pesar de estar viendo con tus ojos el punto donde quieres llegar), y en muchas zonas directamente no hay ni aceras. Y es que esta ciudad no es amigable para los peatones, de repente te puedes ver inmerso entre la multitud avanzando a través de unas pasarelas cubiertas que atraviesan continuamente centros comerciales y que quizá, te estén alejando del lugar donde tu tenías planeado ir. Se rumorea que el último turista que se perdió en ellas todavía sigue de compras dos meses después desde que lo echaron de menos.

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Aquí los bloques de edificios se llaman «mansiones» y a veces incluso ocupan manzanas enteras. Son como pequeñas ciudades verticales donde puedes encontrar de todo sin salir de allí. Es increíble cómo aprovechan cada metro cuadrado para lo que sea, y cómo en un minipiso de 50 metros cuadrados te pueden montar un albergue con capacidad para más de 30 personas en literas que llegan hasta casi el techo. Y es que la ciudad es muy bonita desde arriba pero una vez dentro, la realidad es bien distinta, viven en un extremo hacinamiento.

Otra de las mañanas la dediqué a visitar a mi amigo Bruce. Le comenté que vaciara su mente, que fuera moldeable como el agua. Le dije también que si ponía agua en una taza se convierte en la taza, que si ponía agua en una tetera se convierte en tetera y que el agua puede fluir o chocar. Me alejé de él diciéndole adiós con un contundente «Be water, my friend».

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Llegas a terminar con torticolis de mirar hacia arriba entre tantos rascacielos, y en una de las veces me llamó la atención a lo lejos un edificio que estaba en obras. Me parecieron llamativos los andamios que estaban utilizando. Por lo visto aquí ya viven en el futuro, y han descubierto un material ultrarresistente para construirlos, una extraña aleación de diversos materiales dotados con la última tecnología. Todavía a día de hoy equipos de científicos están tratando de dar con la fórmula óptima en los laboratorios de pruebas más vanguardistas  del mundo. Poco se conoce hasta la fecha, pero se ha filtrado ya su nombre… se llama caña de bambú.

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Una de las visitas más interesantes en nuestro paso por Hong Kong fue el templo de los 10000 budas. Sólo el nombre ya te llama la atención y es casi motivo suficiente para animarte a ir a verlo. Comenzamos la subida a la colina y empezaron a aparecer budas por doquier. Cuando llevaba contados 9968, una mosca se me cruzó en el camino y perdí la cuenta, así que por si algún día vienes por Hong Kong y quieres seguir contando me quedé en éste, el segundo empezando por la izquierda que está sujetando un libro.

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Otro tema curioso es el de los autobuses. En España todos sabemos que cuando subes a un autobús hay que tratar de no pagar con billetes grandes porque a veces pueden que te digan «que no tienen cambio», cuando en realidad a veces sí que te podrían cambiar pero no quieren. Aquí en Hong Kong se eliminan por completo las comillas a la expresión, y es que no tienen cambio porque directamente los conductores no tienen acceso al dinero. Dejas el dinero dentro de una urna de cristal acorazada, y lo que ahí metas es lo que te va a costar el viaje. Ni un céntimo más ni menos. Además, los tranvías aquí siguen una dieta de lo más equilibrada a base de hidratos y cero grasas y así se les ha quedado un tipín de lo más fino.

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La última noche fuimos a por la guinda del pastel de nuestra visita aquí, las famosas vistas sobre la bahía. Es la foto más emblemática de Hong Kong y su principal atractivo turístico. Es curioso comprobar como el principal atractivo de una ciudad, es ¡ella misma! Una vez consigues sitio en primera fila en el mirador y comienzas a notar la caída del sol, empiezas a entender el porqué. Es sin duda uno de los skylines más impresionantes que recuerdo, y la situación que eligió el Pico Victoria para ser la vigilante eterna de esta ciudad no pudo ser más acertada. El hecho de tener esta vista cenital desde un lugar tan alejado a los rascacielos le da si cabe un toque más espectacular, es como si lo vieras desde la cabina de mandos de un avión siendo tú el piloto y estuvieras a punto de iniciar la maniobra de descenso. Cabin crew, ten minutes to landing.

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